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Mateo 8:8-27 La Biblia: La Palabra de Dios para Todos (PDT)

8. El capitán le contestó: —Señor, no merezco que vayas a mi casa, pero tan sólo da la orden y mi siervo quedará sanado.

9. Porque yo estoy bajo la autoridad de mis superiores y a la vez tengo a muchos soldados bajo mi autoridad. Si le digo a un soldado: “Ve”, él va. Si le digo a otro: “Ven”, él viene. Y si le digo a mi siervo: “Haz esto”, él lo hace.

10. Cuando Jesús escuchó esto, se admiró mucho y les dijo a los que lo seguían: —Les digo la verdad: nunca he visto en Israel a nadie con tanta fe.

11. Además les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente y en el reino de Dios participarán en un banquete con Abraham, Isaac y Jacob.

12. Pero los que nacieron para tener el reino serán expulsados. Estarán en la oscuridad, donde llorarán y crujirán los dientes de dolor.

13. Entonces Jesús le dijo al capitán: —Ve a tu casa, tu siervo sanará así como creíste. Y en ese mismo instante el siervo fue sanado.

14. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, vio que la suegra de Pedro estaba en cama y con fiebre.

15. Jesús le tocó la su mano y la fiebre la dejó. Entonces ella se levantó y empezó a atenderlos.

16. Al anochecer, la gente le trajo a Jesús muchos atormentados por demonios y él ordenó a los espíritus que salieran. Sanó a todos los que estaban enfermos.

17. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dijo el profeta Isaías: «Él quitó todas nuestras dolencias y llevó nuestras enfermedades».

18. Cuando Jesús vio a la multitud que lo rodeaba, ordenó a sus seguidores que se fueran al otro lado del lago.

19. Un maestro de la ley se acercó a él y le dijo: —Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas.

20. Entonces Jesús le dijo: —Las zorras tienen sus madrigueras y las aves tienen sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene un lugar donde descansar la cabeza.

21. Otro de sus seguidores le dijo: —Señor, déjame primero ir a enterrar a mi papá.

22. Pero Jesús le dijo: —Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.

23. Jesús subió al bote y sus seguidores lo acompañaron.

24. Entonces se desató una gran tormenta y las olas estaban cubriendo el bote, pero Jesús estaba durmiendo.

25. Entonces los seguidores se acercaron, lo despertaron y le dijeron: —¡Señor, sálvanos! ¡Nos estamos ahogando!

26. Él les dijo: —¿Por qué son tan cobardes, hombres de poca fe? Jesús se levantó y regaño a los vientos y al mar; y todo quedó en gran calma.

27. Ellos no lo podían creer y decían: —¿Quién es este hombre que hasta el viento y las olas lo obedecen?

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