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Marcos 10:32-48 La Biblia: La Palabra de Dios para Todos (PDT)

32. Iban por el camino a Jerusalén, y Jesús caminaba adelante de ellos. Sus seguidores estaban asombrados y los que iban detrás de ellos estaban asustados. Jesús tomó aparte otra vez a los doce y empezó a decirles lo que le iba a pasar:

33. —¡Escuchen! Estamos camino a Jerusalén. El Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley y ellos lo condenarán a muerte. Después lo entregarán a los que no son judíos,

34. quienes se burlarán de él, lo azotarán, le escupirán y lo matarán; pero tres días después resucitará.

35. Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: —Maestro, queremos que hagas lo que te pedimos.

36. Jesús contestó: —¿Qué quieren que haga?

37. Ellos dijeron: —Concédenos el derecho de sentarnos contigo en la gloria de tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

38. Jesús respondió: —Ustedes no saben lo que están pidiendo. ¿Están dispuestos a beber de la misma copa de sufrimiento que yo voy a beber? ¿O pueden ser bautizados con el bautismo que yo voy a recibir?

39. Ellos contestaron: —Sí podemos. Entonces Jesús les dijo: —Ciertamente van a beber de la copa que yo bebo y van a ser bautizados igual que yo,

40. pero yo no puedo decidir quién se sienta a mi derecha o a mi izquierda. Dios ya tiene listos esos puestos para los que él decidió.

41. Cuando los otros diez escucharon esa petición, se enojaron contra Santiago y Juan.

42. Pero Jesús los llamó y les dijo: —Ustedes saben que a los que gobiernan entre las naciones les gusta mostrar su poder. A sus principales dirigentes les gusta ejercer su autoridad sobre la gente.

43. Pero entre ustedes no debe ser así. Más bien, el que quiera ser más importante entre ustedes debe hacerse su siervo.

44. El que quiera ser el número uno entre ustedes debe ser el esclavo de todos.

45. Porque ni aun el Hijo del hombre no vino a que le sirvieran, sino a servir a los demás y a dar su vida en rescate por muchos.

46. Luego llegaron a Jericó. Cuando Jesús y sus seguidores salían de allí acompañados por mucha gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado al lado del camino.

47. Cuando oyó que venía Jesús de Nazaret, comenzó a gritar: —¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!

48. Muchos lo regañaron y le decían que se callara, pero el hombre gritaba aun más: —¡Hijo de David, ten compasión de mí!

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