9. Pero Herodes dijo: «Yo le corté la cabeza a Juan. Entonces ¿quién es este del que oigo decir todo esto?» Y trataba de ver a Jesús.
10. Cuando los apóstoles regresaron, le contaron a Jesús todo lo que había pasado. Entonces Jesús se los llevó a un pueblo llamado Betsaida para estar a solas.
11. Pero la gente se enteró y también fue. Jesús los recibió bien, les habló del reino de Dios y sanó a los que tenían enfermedades.
12. Al atardecer, los doce se acercaron a Jesús y le dijeron: —Dile a la gente que se vaya a los pueblos y campos cercanos a conseguir comida y un lugar donde dormir, porque estamos en un lugar muy solitario.
13. Pero Jesús les dijo: —Denles ustedes de comer. Ellos le dijeron: —Sólo tenemos cinco panes y dos pescados, a menos que quieras que vayamos a comprar comida para toda esta gente.
14. Había allí como cinco mil hombres. Pero Jesús les dijo a sus seguidores: —Díganles que se sienten en grupos de más o menos cincuenta.
15. Ellos así lo hicieron y todos se sentaron.
16. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados. Miró al cielo y dio gracias a Dios por la comida. Partió los panes y los peces y se los dio a sus seguidores para que se los repartieran a la gente.
17. Todos comieron y quedaron satisfechos. Recogieron de lo que les sobró doce canastas llenas.
18. Un día mientras Jesús estaba orando a solas, sus seguidores se acercaron y él les preguntó: —¿Quién dice la gente que soy yo?
19. Ellos contestaron: —Algunos creen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías y otros que uno de los antiguos profetas que ha resucitado.
20. Él les dijo: —¿Y ustedes quién dicen que soy yo? Pedro respondió: —El Mesías de Dios.
21. Jesús les advirtió que no se lo dijeran a nadie.
22. Entonces les dijo: —El Hijo del hombre tiene que pasar por muchos sufrimientos y ser rechazado por los ancianos líderes, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley. Tiene que morir, pero a los tres días resucitará.
23. Después Jesús les dijo a todos: —Si alguien quiere ser mi seguidor, tiene que renunciar a sí mismo, aceptar la cruz que se le da cada día y seguirme.
24. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, la salvará.
25. De nada vale tener todo el mundo si uno mismo se destruye o se pierde.
26. Si alguien se avergüenza de mí y de mi enseñanza, entonces yo me avergonzaré de él cuando venga en mi gloria y en la gloria de mi Padre y de los santos ángeles.
27. Pero les digo la verdad: algunos de los que están aquí no morirán sin antes haber visto el reino de Dios.