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Lucas 8:34-48 La Biblia: La Palabra de Dios para Todos (PDT)

34. Los encargados de cuidar los cerdos vieron lo que había pasado, y salieron huyendo a contarlo en el pueblo y en el campo.

35. La gente salió a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y encontraron al hombre del que habían salido los demonios sentado a sus pies, vestido y en su sano juicio. La gente tuvo miedo.

36. Los que vieron lo ocurrido les contaron a los demás cómo había sido sanado el hombre que tenía demonios.

37. Entonces todos los de la región de Gerasa le pidieron a Jesús que se fuera porque estaban llenos de temor. Así que Jesús subió al bote para regresar a Galilea.

38. El hombre del que habían salido los demonios le rogaba que lo dejara acompañarlo, pero Jesús le dijo que se fuera:

39. —Regresa a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti. De esa forma, el hombre se fue y le contó a todo el pueblo lo mucho que Jesús había hecho por él.

40. Cuando Jesús regresó a Galilea, la multitud lo recibió muy bien, porque todos lo estaban esperando.

41. En ese momento llegó un hombre llamado Jairo, dirigente de la sinagoga. Se arrodilló a los pies de Jesús y le rogó que fuera a su casa,

42. porque su única hija, que tenía doce años, se estaba muriendo. Toda la gente apretujaba a Jesús al ir hacia la casa de Jairo.

43. Había allí una mujer que llevaba doce años sufriendo de flujos de sangre. Había gastado todo su dinero en médicos, pero ninguno la había podido sanar.

44. Ella se le acercó a Jesús por detrás, le tocó el borde de su manto e inmediatamente dejó de sangrar.

45. Entonces Jesús dijo: —¿Quién me acaba de tocar? Todos dijeron que nadie y Pedro le dijo: —Maestro, toda la gente a tu alrededor está empujándote y apretujándote.

46. Sin embargo, Jesús insistió: —Alguien me tocó. Sentí que salió poder de mí.

47. Cuando la mujer vio que no se podía esconder, se acercó a Jesús temblando y se arrodilló a sus pies. Todos la escucharon explicar por qué lo había tocado y cómo había sanado al instante.

48. Entonces Jesús le dijo: —Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz.

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