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Lucas 4:27-43 La Biblia: La Palabra de Dios para Todos (PDT)

27. También en los tiempos del profeta Eliseo había mucha gente con lepra en Israel, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, que era sirio.

28. Cuando escucharon eso, todos en la sinagoga se enfurecieron tanto que

29. se levantaron y agarraron a Jesús y lo arrastraron fuera del pueblo. Lo llevaron a la cima del cerro donde estaba construido el pueblo para tirarlo desde allí.

30. Pero Jesús pasó por en medio de todos y siguió su camino.

31. Después, Jesús fue a Capernaúm, un pueblo de Galilea, y enseñaba a la gente en el día de descanso.

32. Ellos se admiraban de sus enseñanzas porque su mensaje tenía autoridad.

33. En la sinagoga había un hombre que tenía un espíritu maligno, quien gritó con fuerza:

34. —¡Oye! ¿Qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú: ¡el Santo de Dios!

35. Pero Jesús reprendió al espíritu maligno y le dijo: —¡Cállate y sal de él! Entonces delante de todos, el demonio tiró al hombre al suelo y después salió de él sin hacerle ningún daño.

36. Todos se quedaron atónitos y se decían unos a otros: «¿Qué clase de enseñanza es esta? Jesús ordena con autoridad y poder a los espíritus malignos que salgan, ¡y ellos salen!»

37. Entonces la fama de Jesús se extendió por toda la región.

38. Jesús salió de la sinagoga y fue a casa de Simón. La suegra de Simón tenía una fiebre muy alta y le rogaron a Jesús que la ayudara.

39. Jesús se acercó y le ordenó a la fiebre que saliera de ella, y la fiebre la dejó. En ese mismo instante se puso de pie y empezó a atenderlos a todos.

40. Al ponerse el sol, la gente llevó a Jesús a todos los que padecían de diversas enfermedades. Él impuso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó.

41. También de muchos de ellos salieron demonios que gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Sin embargo, Jesús reprendía a los demonios y no los dejaba hablar porque ellos sabían que él era el Mesías.

42. Cuando se hizo de día, Jesús se fue a un lugar solitario. La multitud lo andaba buscando y llegaron a donde él estaba. Trataban de convencerlo de que no se fuera.

43. Pero Jesús les dijo: —También tengo que anunciar la buena noticia del reino de Dios en otros pueblos. Para eso fui enviado.

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