26. que no moriría sin haber visto al Mesías, a quien el Señor enviaría.
27. El Espíritu hizo ir a Simeón al área del templo. Cuando María y José trajeron al niño Jesús al templo para cumplir la ley,
28. Simeón tomó al niño en sus brazos y alabó a Dios:
29. «Ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo muera en paz, como lo prometiste.
30. He visto con mis propios ojos cómo nos vas a salvar.