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Juan 11:24-44 La Biblia: La Palabra de Dios para Todos (PDT)

24. Marta le dijo: —Yo sé que él volverá a vivir cuando sea la resurrección, en el día final.

25. Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá.

26. Si alguien vive y cree en mí, realmente no morirá jamás. ¿Crees esto?

27. —¡Sí, Señor! Creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que iba a venir al mundo.

28. Después de decir esto, Marta se fue a llamar a su hermana María y le dijo en privado: —El maestro está aquí y te mandó llamar.

29. Al oír esto, María se levantó rápidamente y fue a encontrarse con él.

30. Jesús todavía no había entrado al pueblo. Estaba en el mismo lugar donde se había encontrado con Marta.

31. Los judíos estaban consolando a María en la casa. La vieron ponerse de pie rápidamente e irse y pensaron que iba a llorar al sepulcro.

32. Cuando María llegó a donde estaba Jesús, se postró a sus pies y le dijo: —Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

33. Jesús vio que María estaba llorando y también los judíos que la seguían. Esto le afectó profundamente y se sintió muy conmovido.

34. Jesús preguntó: —¿Dónde lo han puesto? Ellos le dijeron: —Señor, ven y podrás ver.

35. Jesús lloró.

36. Entonces los judíos empezaron a decir: —Miren, ¡cómo habrá querido a Lázaro!

37. Pero algunos de ellos dijeron: —Este hombre le dio vista al ciego, ¿por qué no pudo evitar la muerte de Lázaro?

38. Nuevamente muy conmovido, Jesús fue al sepulcro. Era una cueva cerrada con una piedra.

39. Él dijo: —Quiten la piedra. Marta, la hermana del muerto, dijo: —Señor, ya huele mal porque murió hace cuatro días.

40. Jesús le dijo: —¿No te dije que si creías ibas a ver la grandeza de Dios?

41. Entonces quitaron la piedra. Jesús miró hacia arriba y dijo: —Padre, te agradezco porque me has escuchado.

42. Sé que siempre me escuchas, pero lo digo por toda la gente que está alrededor. Así creerán que tú me enviaste.

43. Después de decir esto, Jesús gritó: —¡Lázaro, sal de ahí!

44. El hombre que había estado muerto salió. Sus manos y pies estaban todavía atados con vendas, y su cara estaba envuelta en un lienzo. Jesús le dijo a la gente: —Desátenlo y déjenlo ir.

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