2. Dios mío, te he llamado una y otra vez durante el día y no has respondido. De noche sigo llamándote y tampoco me respondes.
3. Sin embargo, tú eres santo. Tú estás sentado como rey y tu trono son las alabanzas que te rinde Israel.
4. Nuestros antepasados confiaron en ti, y tú los salvaste.
5. Ellos pidieron tu ayuda, y tú los ayudaste a escapar de sus enemigos; confiaron en ti y encontraron una respuesta.
6. Entonces, ¿por qué no atiendes mis súplicas? ¿Acaso soy un gusano y no un hombre? La gente me desprecia;
7. todo el que me ve se burla de mí. Me hacen gestos de rechazo y me tratan mal.
8. Y dicen: «Que pida ayuda al SEÑOR, a ver si lo salva. Si tanto lo quiere, tendrá que salvarlo».
9. Dios mío, en el momento que salí del vientre de mi madre y ella me dio pecho, tú me hiciste sentir seguro.
10. Has sido mi Dios desde el día en que nací; cuando salí del vientre de mi madre, fueron tus brazos los que me recibieron.
11. Así que no me dejes, especialmente ahora que el peligro está cerca y no tengo a nadie que me ayude.
12. Mis enemigos me han rodeado como toros fuertes; toros fuertes de Basán, listos para atacarme.
13. Me rugen con la boca abierta, como hace un león hambriento.