15. Entonces los hombres que sabían que sus esposas ofrecían incienso a otros dioses, al igual que las mujeres que se hallaban presentes, los cuales formaban un grupo grande, más todo el pueblo que vivía en Egipto, respondieron a Jeremías diciendo:
16. —No vamos a hacerle caso al mensaje que nos has dado de parte del SEÑOR.
17. Por el contrario, seguiremos haciendo todo lo que dijimos que haríamos. Seguiremos ofreciendo incienso y ofrendas de vino a la Reina del Cielo, como siempre lo hemos hecho y como lo hicieron nuestros antepasados, nuestros reyes y jefes, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Entonces teníamos comida en abundancia, nos iba bien y no teníamos ningún sufrimiento.
18. Pero desde que dejamos de ofrecer incienso y ofrendas de vino a la Reina del Cielo, nos ha faltado todo y la guerra y el hambre están matándonos.
19. Y las mujeres añadieron: —Cuando ofrecíamos holocaustos y bebidas a la Reina del Cielo, ¿acaso no sabían nuestros esposos que hacíamos tortas con su imagen y le ofrecíamos ofrendas de vino?
20. Entonces Jeremías le contestó a todo el pueblo, es decir, a todos los hombres y mujeres que le habían respondido así:
21. —¿Creen ustedes que el SEÑOR no se acuerda o no se daba cuenta de que ustedes, sus antepasados, sus reyes, sus jefes y el pueblo en general, ofrecían incienso en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén?
22. El SEÑOR ya no podía resistir más las malas acciones y las porquerías que ustedes hacían. Eso fue lo que ocasionó que su país se convirtiera en modelo de maldición, en un lugar en ruinas y sin habitantes, tal como lo es hasta el día de hoy.
23. La tragedia que ustedes han sufrido fue causada precisamente por haber ustedes quemado incienso y pecado contra el SEÑOR, por no haberle hecho caso al SEÑOR ni haber obedecido sus leyes, ni sus ordenanzas ni sus mandatos.
24. Entonces Jeremías les dijo al pueblo y a las mujeres: —Pueblo de Judá que vives en la tierra de Egipto, escucha el mensaje del SEÑOR.