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Ester 8:1-9 La Biblia: La Palabra de Dios para Todos (PDT)

1. Ese mismo día el rey Jerjes le dio a la reina Ester todas las propiedades que pertenecían a Amán, el enemigo de los judíos. Mardoqueo se presentó ante el rey porque Ester le había contado que él era su primo.

2. El rey se quitó el anillo que había recuperado de Amán y se lo entregó a Mardoqueo. Luego de esto, Ester puso a Mardoqueo a cargo de todas las propiedades de Amán.

3. Ester se acercó nuevamente al rey, cayó a sus pies y comenzó a llorar. Le rogó que interviniera por los judíos para evitar su destrucción conforme al malvado plan de Amán, el descendiente de Agag.

4. El rey le extendió el cetro de oro a Ester, así que ella se puso de pie frente a él

5. y dijo: —Si es del agrado de Su Majestad y está feliz conmigo, espero que apruebe lo que digo. Si le parece bien, por favor escriba una orden que detenga las cartas que Amán, el descendiente de Agag, envió como parte de su plan para destruir a los judíos que viven en todas las provincias del reino.

6. Le ruego esto al rey porque yo no podría soportar que esa terrible tragedia le suceda a mi pueblo. No podría soportar ver a mi familia asesinada.

7. El rey Jerjes respondió a la reina Ester y a Mardoqueo, el judío: —Le he dado a Ester la casa que perteneció a Amán y mis soldados lo clavaron en la estaca por haber atentado contra los judíos.

8. Es el momento de que escriban otra orden por la autoridad del rey para ayudar a los judíos de la manera que mejor les parezca. Luego sellen esa orden con el anillo oficial del rey. Ninguna carta que haya sido escrita por la autoridad del rey y sellada con el anillo del rey puede ser cancelada.

9. Rápidamente fueron llamados los secretarios del rey el día veintitrés del tercer mes, el mes de siván. Esos secretarios escribieron todas las órdenes de Mardoqueo a los judíos, a los virreyes, a los gobernadores, y a los jefes de las ciento veintisiete provincias desde la India hasta Etiopía. Esas órdenes fueron redactadas en la escritura de cada provincia y fueron traducidas al idioma de cada pueblo. Fueron comunicadas a los judíos en su propio idioma y en su propio alfabeto.

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