6. Pero el siervo contestó: —En el pueblo hay un hombre de Dios a quien la gente respeta. Todo lo que él dice se cumple. Vayamos al pueblo, tal vez ese hombre nos diga a dónde ir.
7. Saúl le dijo a su siervo: —Podemos ir, ¿pero qué le daríamos a ese hombre? No tenemos ningún regalo para darle, ni comida en nuestras bolsas. ¿Qué le daríamos?
8. El siervo le respondió: —Mira, aquí tengo algo de dinero. Si se lo damos al hombre, nos dirá a dónde ir.
9. En la antigüedad los israelitas llamaban vidente a los profetas. Así que si querían pedirle algo a Dios, decían: «Vamos a ver al vidente».
10. Saúl le dijo a su siervo: —¡Buena idea! ¡Vamos! Y se fueron al pueblo donde estaba el hombre de Dios.
11. Al ir subiendo la colina, Saúl y el siervo se encontraron a unas jóvenes que iban a sacar agua, y les preguntaron a ellas: —¿Se encuentra por aquí el vidente?
12. Las jóvenes respondieron: —Sí, aquí está, más adelante. Acaba de llegar hoy. Algunos están con él para celebrar un sacrificio en el lugar de adoración.