2. Se habían puesto a cenar y el diablo había metido ya en la cabeza de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de traicionar a Jesús.
3. Con plena conciencia de haber venido de Dios y de que ahora volvía a él, y perfecto conocedor de la plena autoridad que el Padre le había dado,
4. Jesús interrumpió la cena, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó a la cintura.
5. Después echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.
6. Cuando le llegó la vez a Simón Pedro, este le dijo:— Señor, ¿vas a lavarme los pies tú a mí?
7. Jesús le contestó:— Lo que estoy haciendo, no puedes comprenderlo ahora; llegará el tiempo en que lo entiendas.
8. Pedro insistió:— Jamás permitiré que me laves los pies.Jesús le respondió:— Si no me dejas que te lave, no podrás seguir contándote entre los míos.
9. Le dijo entonces Simón Pedro:— Señor, no sólo los pies; lávame también las manos y la cabeza.
10. Pero Jesús le replicó:— El que se ha bañado y está completamente limpio, sólo necesita lavarse los pies*. Y ustedes están limpios, aunque no todos.
11. Jesús sabía muy bien quién iba a traicionarlo; por eso añadió: “No todos están limpios.”
12. Una vez que terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la mesa y les preguntó:— ¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
13. Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque efectivamente lo soy.