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Hechos 20:9-25 La Biblia Hispanoamericana Traducción Interconfesional (BHTI)

9. Sentado en el antepecho de la ventana estaba un joven llamado Eutiquio, quien, como se alargaba la plática de Pablo, comenzó a dormirse. Vencido ya completamente por el sueño, cayó desde el tercer piso abajo. Cuando lo recogieron, estaba muerto.

10. Pablo bajó rápidamente y se tendió sobre él. Lo tomó luego en sus brazos y les dijo:— ¡No se preocupen, está vivo!

11. Subió otra vez y continuó con el partimiento del pan; y, una vez que hubo comido, prolongó su charla hasta el amanecer. Concluido todo, se marchó.

12. En cuanto al muchacho, lo llevaron vivo, y todos se sintieron muy consolados.

13. Como Pablo había decidido hacer el viaje por tierra, nosotros zarpamos con tiempo suficiente rumbo a Asón con el fin de recogerlo allí.

14. Cuando se nos unió en Asón, subió a bordo con nosotros y navegamos hasta Mitilene.

15. Zarpando de allí, al día siguiente pasamos a la altura de Quío* y llegamos a Samos un día después*. Navegamos un día más y arribamos a Mileto.

16. Pablo no quiso hacer escala en Éfeso para evitar demorarse en la provincia de Asia, pues le urgía estar en Jerusalén, a ser posible, el día de Pentecostés.

17. No obstante, desde Mileto Pablo mandó llamar a los dirigentes de la iglesia de Éfeso.

18. Cuando estuvieron a su lado, les dijo:— Ustedes conocen perfectamente la conducta que he observado entre ustedes desde el primer día de mi llegada a la provincia de Asia.

19. He servido al Señor con toda humildad, en medio de las angustias y pruebas que me sobrevinieron a causa de las maquinaciones de los judíos.

20. Nada he callado que pudiera serles de utilidad, y no he dejado de anunciarles el mensaje y de enseñarles en público y en privado.

21. He instado a judíos y no judíos a convertirse a Dios y a creer en Jesús, nuestro Señor.

22. Ahora, como ven, me dirijo a Jerusalén impelido por el Espíritu, sin saber a ciencia cierta lo que allí me acontecerá.

23. Eso sí, el Espíritu Santo me asegura que no hay ciudad en la que no me esperen prisiones y sufrimientos.

24. Por lo que a mi vida respecta, en nada la aprecio. Sólo aspiro a terminar mi carrera y a culminar la tarea que me encomendó Jesús, el Señor: proclamar la buena noticia de que Dios nos ha dispensado su favor.

25. Ahora sé que ninguno de ustedes, entre quienes pasé anunciando el reino de Dios, volverá a verme más.

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