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Hechos 20:22-38 La Biblia Hispanoamericana Traducción Interconfesional (BHTI)

22. Ahora, como ven, me dirijo a Jerusalén impelido por el Espíritu, sin saber a ciencia cierta lo que allí me acontecerá.

23. Eso sí, el Espíritu Santo me asegura que no hay ciudad en la que no me esperen prisiones y sufrimientos.

24. Por lo que a mi vida respecta, en nada la aprecio. Sólo aspiro a terminar mi carrera y a culminar la tarea que me encomendó Jesús, el Señor: proclamar la buena noticia de que Dios nos ha dispensado su favor.

25. Ahora sé que ninguno de ustedes, entre quienes pasé anunciando el reino de Dios, volverá a verme más.

26. Por eso, quiero hoy declarar ante ustedes que tengo la conciencia limpia en relación con lo que les pueda suceder a ustedes.

27. Nada he callado de cuanto debía anunciarles sobre el plan de Dios.

28. Cuiden de ustedes mismos y de todo el rebaño sobre el que les ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes*. Pastoreen la Iglesia que el Señor adquirió con el sacrificio de su propia vida.

29. Sé que después de mi partida se introducirán entre ustedes lobos feroces que no tendrán compasión del rebaño.

30. De entre sus propias filas surgirán individuos que propagarán falsas doctrinas y arrastrarán a los discípulos tras de sí.

31. Estén vigilantes, por tanto, y recuerden que durante tres años no cesé de aconsejar día y noche, incluso con lágrimas, a cada uno de ustedes.

32. Ahora los encomiendo a Dios y a su mensaje de amor; un mensaje que tiene fuerza para que todos los consagrados a Dios crezcan en la fe y alcancen la herencia prometida.

33. No he apetecido ni dinero ni vestidos de nadie.

34. Bien saben ustedes que, trabajando con mis propias manos, he ganado mi sustento y el de mis compañeros.

35. Les he demostrado así en todo momento que es preciso trabajar para socorrer a los necesitados, teniendo presente aquella máxima de Jesús, el Señor: “Más dicha trae el dar que el recibir”.

36. Cuando Pablo terminó de hablar, se puso de rodillas, junto con todos los demás, y oró.

37. Todos lloraban desconsoladamente y abrazaban y besaban a Pablo.

38. El pensar que, según había dicho, no volverían a verlo, les partía el corazón. Seguidamente, lo acompañaron hasta el barco.

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