2. Cuando ya la mesa estaba dispuesta y llena de manjares, le dije a mi hijo Tobías:— Hijo, ve a ver si entre nuestros hermanos deportados a Nínive hay algún pobre que, de todo corazón, se mantenga fiel al Señor. Si lo encuentras, tráelo para que coma conmigo; yo, hijo mío, te esperaré hasta que vuelvas.
3. Salió, pues, Tobías en busca de algún pobre entre nuestros hermanos y, al regresar, me llamó:— Padre.Yo le respondí:— Hijo mío, aquí me tienes.Él me dijo:— Padre, han asesinado a uno de nuestro pueblo: acaban de estrangularlo y está tirado en medio de la plaza.
4. Yo, que ni siquiera había probado la comida, me levanté y fui apresuradamente a recoger el cadáver. Me lo llevé de la plaza y lo deposité en una habitación, con el fin de enterrarlo en cuanto se pusiera el sol.
5. Cuando volví, me lavé y me puse a comer lleno de tristeza,
6. recordando las palabras que el profeta Amós había dicho contra Betel:“Sus fiestas se cambiarán en luto,y todos sus cantos en lamentaciones”.Entonces rompí a llorar.
7. Luego, cuando se puso el sol, me fui a cavar una fosa y enterré en ella el cadáver.
8. Mis vecinos se reían de mí, y decían:— ¡Aún no ha escarmentado! Por ese mismo motivo lo buscaron en otra ocasión para matarlo; entonces tuvo que huir, y ahora se pone otra vez a enterrar a los muertos.