Después, dirigiéndose a Sara, su hija, añadió:— Ve a casa de tu suegro; a partir de ahora ellos son tus padres, como lo somos nosotros que te engendramos. Vete en paz, hija mía, y que mientras yo viva no deje de oír buenas noticias tuyas.Despidiéndose así de ellos, los dejó marchar.