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Ester Griego 4 La Biblia Hispanoamericana Traducción Interconfesional (BHTI)

Ester y su pueblo

1. Cuando Mardoqueo se enteró de lo ocurrido, se rasgó la ropa, se vistió de sayal y se echó ceniza por encima y salió a la calle gritando con enorme angustia.

2. Así llegó hasta la entrada del palacio real, pero no pudo pasar porque estaba prohibido entrar vestido de esa manera.

3. En cada provincia adonde llegaban el edicto y la orden real, llegaba también la aflicción para los judíos, quienes manifestaban su dolor ayunando, llorando y gimiendo. Muchos se vestían de sayal y se tendían sobre ceniza.

4. Cuando las doncellas y los eunucos contaron a Ester lo que estaba sucediendo, la reina quedó consternada y envió ropas a Mardoqueo para que se las pusiera en lugar del sayal, pero él no aceptó.

5. Ester llamó entonces a Atac, un eunuco real que estaba a su servicio, y le ordenó que fuera a ver a Mardoqueo para averiguar qué le pasaba y por qué actuaba de aquel modo.

6. Atac fue a hablar con Mardoqueo que estaba en la plaza de la ciudad, delante del palacio real,

7. y Mardoqueo le puso al tanto de lo que estaba ocurriendo; también mencionó lo de la cantidad de plata que Amán había ofrecido donar a la hacienda real a cambio de exterminar a los judíos.

8. Además le dio una copia del edicto de exterminio que se había promulgado en Susa, para que se lo mostrara a Ester y la informase de lo que estaba ocurriendo pidiéndole que se presentara ante el rey a fin de implorar clemencia para su pueblo.]

8a. Mardoqueo se dirigió entonces a Ester, diciéndole:— Acuérdate del tiempo en que eras de condición humilde y estabas puesta bajo mis cuidados. Ahora Amán, el segundo del reino, ha hablado al rey en contra nuestra, con la intención de exterminarnos. Por eso, invoca tú al Señor, háblale al rey acerca de nosotros, y líbranos de la muerte.[

9. Atac regresó e informó a Ester de lo que Mardoqueo le había dicho.

10. Ester, entonces, dio a Atac este recado para Mardoqueo:

11. — Todos los servidores del rey y los habitantes de las provincias de su reino saben que existe una ley que condena a muerte a todos los hombres y mujeres que entren en el patio interior sin haber sido llamados por el rey, a no ser que el rey extienda su cetro de oro hacia esa persona y le salve la vida. En cuanto a mí, hace ya treinta días que no he sido reclamada por el rey.

12. Cuando Mardoqueo recibió la respuesta de Ester,

13. le envió a su vez este mensaje:— No pienses que por estar en palacio estás a salvo de la suerte que vamos a correr todos los judíos.

14. Si no te atreves a interceder en una situación como esta, el consuelo y la liberación de los judíos vendrá de otra parte, pero tú y toda tu familia morirán. ¡Quién sabe si no has llegado a ser reina para mediar en una situación como esta!

15. Y Ester respondió a Mardoqueo:

16. — Reúne a todos los judíos de Susa y ayunen por mí, sin comer ni beber durante tres días con sus noches. Mis doncellas y yo ayunaremos igualmente y luego me presentaré ante el rey, aunque sea en contra de la ley; y si por ello tengo que morir, moriré.

17. Entonces Mardoqueo se fue a cumplir todas las indicaciones dadas por Ester.]

La oración de Mardoqueo

17a. Entonces Mardoqueo, recordando todas las obras del Señor, oró de esta manera:

17b. — Señor, Señor, Rey todopoderoso, que tienes potestad sobre todas las cosas: nadie puede oponerse a ti si tu voluntad es salvar a Israel.

17c. Tú, en efecto, que hiciste el cielo, la tierra y las innumerables maravillas que hay debajo del cielo, dominas sobre todo y nadie hay, Señor, que pueda oponerte resistencia.

17d. Tú lo sabes todo. Tú, Señor, sabes que, no por orgullo, arrogancia o ambición me he negado a arrodillarme ante el ensoberbecido Amán, a quien, por la salvación de Israel, estaría yo dispuesto hasta besarle los pies.

17e. Si me he negado ha sido por no dar a un ser humano el honor que sólo te corresponde a ti, oh Dios. Ante nadie me postraré que no seas tú, mi Señor; y no lo haré por arrogancia.

17f. Señor, Dios y Rey mío, Dios de Abrahán, perdona ahora a tu pueblo, porque quieren exterminarnos y destruir la que es tu heredad desde el principio.

17g. ¡No menosprecies al pueblo que tú mismo rescataste de Egipto!

17h. Escucha mi súplica y sé propicio a tu pueblo. Convierte en alegría nuestro dolor, para que, viviendo, podamos cantar himnos a tu nombre, Señor. ¡No permitas que enmudezcan los labios que te alaban!

17i. Todo Israel, viéndose amenazado de muerte, clamaba a Dios con todas sus fuerzas.

La oración de Ester

17j. Presa de mortal angustia, la reina Ester buscó ayuda en el Señor. Despojándose de sus vestiduras reales, se vistió con ropas apropiadas a aquellos tiempos de luto y aflicción. En lugar de finos perfumes, cubrió su cabeza con polvo y ceniza; mortificó duramente su cuerpo y, en vez de complacerse con alegres adornos, dejó que cayeran sobre él sus cabellos lacios y enmarañados. Luego oró al Señor, Dios de Israel, diciendo:

17k. — Señor mío, único Rey nuestro, ven en mi socorro, porque estoy sola y no tengo otra protección que la tuya en el peligro que me amenaza.

17l. Desde mi niñez he oído decir a mis parientes paternos que tú, Señor, tomaste a Israel de entre todas las naciones y a nuestros antepasados de entre sus predecesores, para que fueran tu heredad perpetua. Y tú cumpliste todo cuanto les habías prometido.

17m. Pero ahora, que hemos pecado contra ti, nos has entregado en manos de nuestros enemigos, por habernos rendido ante sus dioses en adoración. Y tú, Señor, eres justo.

17n. Pero ellos no se contentan con tenernos sometidos a una amarga esclavitud*, sino que han jurado ante sus dioses anular tus designios, destruir tu heredad, cerrar la boca de los que te alaban y extinguir el esplendor de tu Templo y tu altar.

17o. Señor, no entregues tu cetro a dioses que nada son, ni permitas tampoco que otros se burlen de nuestra desgracia: vuelve sus propósitos contra ellos mismos, y castiga ejemplarmente al que inició esto contra nosotros.

17p. ¡Acuérdate de nosotros, Señor, y manifiéstate en el tiempo de nuestra tribulación! Y en lo que a mí respecta, dame valor, Rey de los dioses, tú que dominas sobre toda potestad.

17q. Pon en mis labios palabras persuasivas cuando me halle frente al león. Cambia su corazón, para que aborrezca a nuestro enemigo y acabe con él y todos sus partidarios.

17r. ¡Líbrame con tu poder y socórreme, porque estoy sola y no tengo a nadie sino a ti, Señor!

17s. Tú, que conoces todas las cosas, sabes que odio la gloria de los malvados y aborrezco el lecho de los incircuncisos y de todo extranjero.

17t. Tú sabes en qué difícil situación me encuentro y cómo detesto la diadema que pongo sobre mi cabeza los días en que he de aparecer públicamente; la detesto como a paño menstrual, y jamás la llevo en mi vida privada.

17u. Nunca esta tu sierva ha comido en la mesa de Amán, ni se ha deleitado con los banquetes del rey, ni ha bebido del vino de las libaciones.

17v. Tampoco he hallado felicidad fuera de ti, Señor Dios de Abrahán, desde el día en que cambió mi situación hasta hoy.

17w. Oh Dios cuyo poder se extiende sobre todos, escucha la voz de los que están sin esperanza: líbranos de las manos de los malvados, y líbrame a mí de todo temor.