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2 Macabeos 9:8-23 La Biblia Hispanoamericana Traducción Interconfesional (BHTI)

8. Así pues, el que con jactancia sobrehumana se creía capaz de dar órdenes a las olas del mar, y de pesar en una balanza las cimas de los montes, tuvo que ser transportado en una camilla. ¡Así Dios puso de manifiesto todo su poder!

9. Del cuerpo de aquel malvado brotaban gusanos y, todavía con vida, se le caía la carne a pedazos en medio de horribles dolores. Su cuerpo comenzó a pudrirse, de tal modo que ni siquiera su ejército podía tolerar el hedor que desprendía.

10. Tanta era la fetidez, que nadie quería llevar al que poco antes se imaginaba poder alcanzar las estrellas del cielo.

11. Entonces, con la tortura de aquel castigo divino que por momentos se hacía más doloroso, comenzó a moderar su extrema arrogancia y a entrar en razón.

12. Y como ni él mismo podía soportar su propio hedor, dijo:— Es justo someterse a Dios, y ningún simple mortal debe creerse igual a él.

13. Este criminal comenzó entonces a suplicar a Dios soberano, que no iba a apiadarse de él, prometiendo

14. declarar libre a la ciudad santa, a la que antes se había dirigido apresuradamente para arrasarla y convertirla en un cementerio.

15. También prometía equiparar en derechos a los judíos con los atenienses, cuando poco antes los consideraba indignos de tener sepultura y eran tan sólo buenos para pasto de las aves de rapiña o para ser arrojados con sus hijos a las fieras.

16. En cuanto al santo Templo que él mismo había saqueado, prometía ahora adornarlo con las más hermosas ofrendas, devolver con creces los objetos consagrados y proveer con su propio dinero a los gastos de los sacrificios.

17. Finalmente estaba dispuesto incluso a hacerse judío, y a recorrer todo lugar habitado proclamando el poder de Dios.

18. Pero sus dolores no se calmaban en manera alguna, porque la justa condenación de Dios había caído sobre él. En el colmo de su desesperación, escribió a los judíos una carta de súplica, que decía así:

19. “El rey y general Antíoco saluda a los judíos, excelentes ciudadanos, y les desea salud y bienestar.

20. Me alegraré de que, gracias a Dios, ustedes y sus hijos gocen de buena salud y sus asuntos marchen como desean.

21. En cuanto a mí, que al regresar de la región de Persia contraje una penosa enfermedad, recuerdo con gratitud sus muestras de afecto y respeto, y he creído necesario preocuparme por la común seguridad de todos.

22. No es que yo desespere de mi situación, pues tengo mucha confianza en llegar a restablecerme de esta enfermedad;

23. sin embargo, tengo presente que, cuando mi padre emprendía una campaña militar en las regiones altas, designaba un sucesor

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