Antiguo Testamento

Nuevo Testamento

2 Macabeos 9:1-9 La Biblia Hispanoamericana Traducción Interconfesional (BHTI)

1. Por aquel mismo tiempo, Antíoco se vio obligado a retirarse en pleno desorden de las regiones de Persia.

2. Sucedió así, porque, habiendo entrado en la ciudad llamada Persépolis, trató de saquear el templo y adueñarse de la ciudad; pero la gente amotinada se levantó en armas, y Antíoco, derrotado por los habitantes del país, tuvo que emprender una vergonzosa retirada.

3. Cuando ya estaba cerca de Ecbatana, tuvo noticias de lo ocurrido con Nicanor y con las tropas de Timoteo.

4. Rebosante de ira, decidió entonces hacer pagar a los judíos la afrenta de su derrota y de su huida ante los persas. Por lo cual ordenó al auriga que condujera el carro sin detenerse hasta el término del viaje. Sin embargo, el juicio del cielo era inminente, pues Antíoco había dicho en su arrogancia: “En cuanto llegue a Jerusalén, haré de la ciudad un cementerio para judíos”.

5. Pero el Señor, Dios de Israel, que todo lo ve, lo castigó con un mal incurable e invisible: apenas hubo pronunciado tales palabras, le sobrevino un intenso dolor en las entrañas, con agudos dolores intestinales.

6. Esto fue un merecido pago para quien había torturado las entrañas de otros con tantos refinados suplicios.

7. A pesar de todo, Antíoco mantuvo su actitud arrogante. En el colmo de su soberbia, y respirando llamas de odio contra los judíos, mandó acelerar más la marcha. Pero sucedió que, mientras avanzaba velozmente, se cayó del carro y, con el violento golpe de la caída, se le dislocaron todos los miembros de su cuerpo.

8. Así pues, el que con jactancia sobrehumana se creía capaz de dar órdenes a las olas del mar, y de pesar en una balanza las cimas de los montes, tuvo que ser transportado en una camilla. ¡Así Dios puso de manifiesto todo su poder!

9. Del cuerpo de aquel malvado brotaban gusanos y, todavía con vida, se le caía la carne a pedazos en medio de horribles dolores. Su cuerpo comenzó a pudrirse, de tal modo que ni siquiera su ejército podía tolerar el hedor que desprendía.

Leer capítulo completo 2 Macabeos 9