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2 Macabeos 3:8-25 La Biblia Hispanoamericana Traducción Interconfesional (BHTI)

8. Heliodoro se puso en camino inmediatamente, fingiendo que iba a visitar las ciudades de Celesiria y Fenicia, pero lo que se proponía era cumplir las órdenes del rey.

9. Al llegar a Jerusalén, lo recibió amistosamente el sumo sacerdote de la ciudad, a quien él expuso lo que le habían comunicado y le preguntó si era correcta su información.

10. El sumo sacerdote le respondió que se trataba de unos depósitos pertenecientes a las viudas y a los huérfanos,

11. y que una parte era de Hircano*, hijo de Tobías, un hombre de elevada posición. Contrariamente a lo dicho por el impío Simón, el total del tesoro ascendía a cuatrocientos talentos de plata y doscientos de oro;

12. y no se debía cometer la injusticia de defraudar a los que habían puesto su confianza en la santidad del lugar y en la inviolable majestad de aquel Templo venerado en todo el mundo.

13. Heliodoro, obedeciendo las órdenes del rey, mantenía su propósito de confiscar las riquezas en beneficio de las arcas reales.

14. Y así, en el día que había señalado, entró en el Templo para inspeccionar el tesoro, lo cual causó gran consternación en toda la ciudad.

15. Los sacerdotes, de rodillas delante del altar con sus ropas sacerdotales, invocaban a Dios, que había dado la ley sobre los bienes en depósito, y le rogaban que los preservara intactos para quienes los habían depositado.

16. El aspecto del sumo sacerdote impresionaba profundamente, pues su rostro y la palidez de su semblante revelaban la angustia que llenaba su alma.

17. El miedo y el temblor que estremecía su cuerpo revelaban a quienes lo miraban el intenso dolor de su corazón.

18. Además, la gente salía en grupos de sus casas, para orar juntos por el Templo que estaba en peligro de ser profanado.

19. Las mujeres, ceñidas de sayal por debajo de los pechos, llenaban las calles; y las más jóvenes, encerradas generalmente en sus casas, corrían unas a las puertas y otras a las murallas, mientras otras se asomaban a las ventanas.

20. Todas ellas oraban con las manos alzadas al cielo;

21. y movía a compasión el ver aquella multitud confusa y de rodillas, y la ansiedad del sumo sacerdote, presa de terrible angustia.

22. Mientras ellos suplicaban al Señor todopoderoso que guardara intactos y seguros los bienes de quienes los habían depositado,

23. Heliodoro se dispuso a llevar a cabo sus planes.

24. Pero cuando él, con su escolta, se encontraba ya junto al tesoro, el soberano de los espíritus y de toda potestad se manifestó con tal energía, que todos los que osaron entrar en el Templo fueron heridos por el poder de Dios, quedando sin fuerzas y poseídos por el miedo.

25. Porque se les apareció un jinete temible, cubierto con una armadura de oro y montando un caballo ricamente enjaezado, el cual, levantando sus cascos delanteros, se arrojó violentamente contra Heliodoro.

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