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2 Macabeos 15:8-21 La Biblia Hispanoamericana Traducción Interconfesional (BHTI)

8. exhortaba a los suyos a que no temieran el ataque de los paganos, sino que tuvieran presente el auxilio que en otro tiempo habían recibido del cielo; también ahora el Señor todopoderoso les daría la victoria.

9. Les infundía aliento con las palabras de la ley y los profetas, y los animaba recordándoles los combates que antes habían sostenido.

10. De esta manera los llenaba de valor, y al mismo tiempo les hacía ver la perfidia de los paganos y la transgresión de sus juramentos.

11. Después de haberlos armado, más con aquellos discursos de aliento que con la seguridad de los escudos y las lanzas, les relató un sueño digno de crédito que había tenido y que los llenó de alegría.

12. Este fue el sueño: Onías, el que había sido sumo sacerdote, hombre de bien, modesto, de carácter dulce y hablar mesurado, ejercitado desde niño en la práctica de la virtud, oraba con las manos alzadas en favor de todo el pueblo judío.

13. Luego apareció otro varón, de blancos cabellos y lleno de dignidad, revestido de majestad y de gloria.

14. Onías tomó entonces la palabra y dijo: “Este es Jeremías, el profeta de Dios, que ama a sus hermanos y ora sin cesar por todo el pueblo y por la santa ciudad”.

15. Jeremías extendió entonces su mano derecha y entregó a Judas una espada de oro, mientras le decía:

16. “Toma esta santa espada como un don de Dios. Con ella aniquilarás a tus enemigos”.

17. Reconfortados con estas bellas y elocuentes palabras de Judas, capaces de enardecer el corazón de los jóvenes e infundir valor en ellos, resolvieron todos a una no quedarse en el campamento, sino lanzarse con denuedo a la ofensiva y decidir la situación combatiendo por la causa, puesto que la ciudad, las cosas santas y el Templo se hallaban en peligro.

18. Aunque también sentían temor por sus mujeres y sus hijos, por sus hermanos y parientes; pero entendían que lo primero y principal consistía en la santidad del Templo.

19. De igual manera, la angustia se apoderó de los que aún permanecían en la ciudad preocupados como estaban por la lucha que iba a librarse en campo abierto.

20. Mientras todos aguardaban el desenlace de aquella acción inminente, el enemigo, concentradas sus fuerzas, avanzaba en orden de combate, con los elefantes estratégicamente situados y la caballería ocupando los flancos.

21. El Macabeo, al ver el ejército que se aproximaba, la variedad de sus armas y la ferocidad de sus elefantes, levantó las manos al cielo e invocó al Señor que hace prodigios, pues él sabía muy bien que la victoria no depende de las armas, sino que el Señor decide concederla a quienes son dignos de ella.

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