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1 Samuel 26:11-24 La Biblia Hispanoamericana Traducción Interconfesional (BHTI)

11. ¡El Señor me libre de atentar contra su ungido! Así que toma la lanza que está a su cabecera y la cantimplora, y vámonos.

12. David tomó la lanza y la cantimplora de la cabecera de Saúl y se marcharon, sin que nadie los viese, ni se enterase, ni despertase. Todos estaban dormidos, pues el Señor los había hecho caer en un profundo sueño.

13. David cruzó al lado opuesto, se detuvo lejos, en la cima del monte, dejando una buena distancia entre ellos

14. y gritó a la tropa y a Abner, el hijo de Ner:— Abner, respóndeme.Abner respondió:— ¿Quién eres tú para gritar al rey?

15. David le dijo:— Tú, que eres el hombre más aguerrido de Israel, ¿cómo es que no has protegido al rey, tu señor, cuando un cualquiera ha ido a matarlo?

16. No está bien lo que has hecho. Vive Dios que ustedes merecen la muerte por no haber protegido a su señor, al ungido del Señor. ¡Mira, si no, dónde están la lanza del rey y la cantimplora que había a su cabecera!

17. Entonces Saúl reconoció la voz de David y le dijo:— ¿Es esa tu voz, David, hijo mío?David respondió:— Sí, es mi voz, majestad.

18. Y añadió:— ¿Por qué persigue mi señor a este siervo suyo? ¿Qué he hecho yo? ¿Qué delito he cometido?

19. Ruego a mi señor, el rey, que se digne escuchar las palabras de su siervo. Si es el Señor quien te empuja contra mí, se aplacará con una ofrenda; pero si son los hombres, ¡que el Señor los maldiga! Porque hoy me expulsan y me impiden participar en la herencia del Señor, mandándome a servir a otros dioses.

20. Que no caiga, pues mi sangre por tierra, lejos de la presencia del Señor, ya que el rey de Israel ha salido en busca de una simple pulga, como si fuese a cazar una perdiz en el monte.

21. Saúl le dijo:— He pecado. Regresa, David, hijo mío, que no volveré a hacerte daño, pues hoy has respetado mi vida. He sido un insensato y me he equivocado del todo.

22. David le respondió:— ¡Aquí está la lanza del rey! Que alguno de los muchachos venga a recogerla.

23. El Señor pagará a cada cual según su justicia y su lealtad. El Señor te ha entregado hoy en mi mano, pero yo no he querido levantar mi mano contra el ungido del Señor.

24. Y así como yo he respetado hoy tu vida, que el Señor respete la mía y me libre de cualquier peligro.

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