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1 Reyes 22:21-35 La Biblia Hispanoamericana Traducción Interconfesional (BHTI)

21. Entonces un espíritu se presentó ante el Señor y le dijo: “Yo lo confundiré”. Y el Señor preguntó: “¿Cómo lo harás?”.

22. El espíritu respondió: “Iré y me convertiré en espíritu de mentira en boca de todos sus profetas”. El Señor le dijo: “¡Conseguirás confundirlo! Vete y hazlo así”.

23. Así que ahora ya sabes que el Señor ha inspirado mentiras a todos estos profetas tuyos y ha anunciado tu desgracia.

24. Entonces Sedecías, el hijo de Quenaná, se acercó a Miqueas, le dio una bofetada y le dijo:— ¿Es que me ha abandonado el espíritu del Señor para hablarte a ti?

25. Miqueas le respondió:— Tú mismo lo verás el día en que vayas escondiéndote de casa en casa.

26. Entonces el rey de Israel ordenó:— Apresen a Miqueas, entréguenselo a Amón, el gobernador de la ciudad, y al príncipe Joel

27. y díganles: “El rey ha ordenado que lo metan en la cárcel y que le racionen el pan y el agua hasta que el rey regrese sano y salvo”.

28. Miqueas le dijo:— Si consigues regresar sano y salvo, es que el Señor no ha hablado por mi boca.

29. El rey de Israel y Josafat, el rey de Judá, fueron a atacar Ramot de Galaad.

30. El rey de Israel dijo a Josafat:— Yo voy a disfrazarme para entrar en combate y tú te vistes con mis ropas.Así que el rey de Israel entró en combate disfrazado.

31. El rey de Siria había ordenado a sus treinta y dos jefes de carros que no atacasen ni a soldados ni a oficiales; sólo al rey de Israel.

32. Cuando los jefes de carros vieron a Josafat creyeron que se trataba del rey de Israel y se dispusieron a atacarlo; pero Josafat se puso a gritar

33. y cuando los jefes de los carros se dieron cuenta de que él no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo.

34. Entonces un soldado lanzó una flecha al azar que hirió al rey de Israel, entrando por las juntas de la coraza. Inmediatamente el rey ordenó al conductor de su carro:— Da la vuelta y sácame del campo de batalla, que estoy herido.

35. Pero en aquel momento la batalla se recrudeció tanto, que el rey tuvo que aguantar en su carro haciendo frente a los sirios, y al atardecer murió, mientras la sangre de su herida corría por el suelo del carro.

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