22. Pero Jesús se dio la vuelta, vio a la mujer y le dijo:—Ánimo, hija, por tu fe has sido sanada.Y desde aquel mismo momento quedó sana.
23. Cuando Jesús llegó a casa del jefe de los judíos, y vio que los músicos estaban preparados ya para el entierro y que la gente lloraba a gritos,
24. les dijo:—Sálganse de aquí, pues la muchacha no está muerta, sino dormida.La gente se rió de Jesús,
25. pero él los hizo salir; luego entró y tomó de la mano a la muchacha, y ella se levantó.
26. Y por toda aquella región corrió la noticia de lo que había pasado.
27. Al salir Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritando:—¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!
28. Cuando Jesús entró en la casa, los ciegos se le acercaron, y él les preguntó:—¿Creen ustedes que puedo hacer esto?—Sí, Señor —le contestaron.
29. Entonces Jesús les tocó los ojos, y les dijo:—Que se haga conforme a la fe que ustedes tienen.
30. Y recobraron la vista. Jesús les advirtió mucho:—Procuren que no lo sepa nadie.
31. Pero, apenas salieron, contaron por toda aquella región lo que Jesús había hecho.
32. Mientras los ciegos salían, algunas personas trajeron a Jesús un mudo que estaba endemoniado.
33. En cuanto Jesús expulsó al demonio, el mudo comenzó a hablar. La gente, admirada, decía:—¡Nunca se ha visto en Israel una cosa igual!
34. Pero los fariseos decían:—Es el propio jefe de los demonios quien le ha dado a éste el poder de expulsarlos.
35. Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino, y curaba toda clase de enfermedades y dolencias.
36. Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.
37. Dijo entonces a sus discípulos:—Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos.