39. Los que pasaban lo insultaban, meneando la cabeza
40. y diciendo:—¡Tú ibas a derribar el templo y a reconstruirlo en tres días! ¡Si eres Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y bájate de la cruz!
41. De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, junto con los ancianos. Decían:
42. —Salvó a otros, pero a sí mismo no puede salvarse. Es el Rey de Israel: ¡pues que baje de la cruz, y creeremos en él!
43. Ha puesto su confianza en Dios: ¡pues que Dios lo salve ahora, si de veras lo quiere! ¿No nos ha dicho que es Hijo de Dios?
44. Y hasta los bandidos que estaban crucificados con él, lo insultaban.
45. Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en oscuridad.
46. A esa misma hora, Jesús gritó con fuerza: «Elí, Elí, ¿lemá sabactani?» (es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
47. Algunos de los que estaban allí, lo oyeron y dijeron:—Éste está llamando al profeta Elías.
48. Al momento, uno de ellos fue corriendo en busca de una esponja, la empapó en vino agrio, la ató a una caña y se la acercó para que bebiera.
49. Pero los otros dijeron:—Déjalo, a ver si Elías viene a salvarlo.
50. Jesús dio otra vez un fuerte grito, y murió.
51. En aquel momento el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló, las rocas se partieron
52. y los sepulcros se abrieron; y hasta muchas personas santas, que habían muerto, volvieron a la vida.
53. Entonces salieron de sus tumbas, después de la resurrección de Jesús, y entraron en la santa ciudad de Jerusalén, donde mucha gente los vio.
54. Cuando el capitán y los que estaban con él vigilando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que estaba pasando, se llenaron de miedo y dijeron:—¡De veras este hombre era Hijo de Dios!
55. Estaban allí, mirando de lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea y que lo habían ayudado.