25. Al momento, el paralítico se levantó delante de todos, tomó la camilla en que estaba acostado y se fue a su casa alabando a Dios.
26. Todos se quedaron admirados y alabaron a Dios, y llenos de miedo dijeron:—Hoy hemos visto cosas maravillosas.
27. Después de esto, Jesús salió y se fijó en uno de los que cobraban impuestos para Roma. Se llamaba Leví, y estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos. Jesús le dijo:—Sígueme.
28. Entonces Leví se levantó, y dejándolo todo siguió a Jesús.
29. Más tarde, Leví hizo en su casa una gran fiesta en honor de Jesús; y muchos de los que cobraban impuestos para Roma, junto con otras personas, estaban sentados con ellos a la mesa.
30. Pero los fariseos y los maestros de la ley del mismo partido comenzaron a criticar a los discípulos de Jesús. Les dijeron:—¿Por qué comen y beben ustedes con cobradores de impuestos y pecadores?
31. Jesús les contestó:—Los que están buenos y sanos no necesitan médico, sino los enfermos.
32. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se vuelvan a Dios.