12. «Supongamos que un hombre lleva carne consagrada envuelta en su capa, y que el borde de la capa toca pan, guiso, vino, aceite o cualquier otra comida: ¿quedará por eso consagrada la comida?» Los sacerdotes contestaron que no.
13. Entonces Hageo continuó: «Pero supongamos que alguien, que ha quedado impuro por haber tocado un cadáver, va y toca también cualquiera de estas cosas: ¿acaso ellas no quedarán impuras?» Los sacerdotes contestaron que sí.
14. Entonces dijo Hageo: «El Señor afirma: “Lo mismo pasa con esta gente: todo lo que hacen y todo lo que me ofrecen es impuro.
15. De ahora en adelante piensen ustedes en esto. Antes de empezar a construir el templo,
16. ¿qué les pasaba? Pues que cuando alguien iba a un montón de veinte medidas de grano, encontraba solamente diez; y cuando uno iba al lugar donde se hace el vino, a sacar cincuenta cántaros, encontraba solamente veinte.
17. Yo destruí con plagas y granizo el fruto de todos sus esfuerzos, pero ustedes no se volvieron a mí. Yo, el Señor, lo afirmo.
18. Hoy, día veinticuatro del noveno mes, han sido puestos los cimientos de mi templo.
19. Pues bien, fíjense ustedes en que a partir de hoy no faltará el grano en el granero. Aún no ha dado fruto la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el olivo; pero a partir de hoy, yo los bendeciré.”»
20. Ese mismo día, el Señor volvió a dirigirse a Hageo,
21. y le ordenó que dijera a Zorobabel, el gobernador de Judá: «Yo haré temblar el cielo y la tierra;
22. destruiré el poder de los reinos del mundo y echaré abajo sus tronos; volcaré los carros de guerra y a los que montan en ellos, y morirán los caballos y sus jinetes; cada uno morirá atravesado por la espada de su hermano.
23. Y aquel día, Zorobabel, siervo mío, te cuidaré como a mi anillo de sellar, porque yo te he escogido. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»