32. Pero Jesús seguía mirando a su alrededor para ver quién le había tocado.
33. Entonces la mujer, temblando de miedo y sabiendo lo que le había sucedido, fue y se arrodilló delante de él, y le contó toda la verdad.
34. Jesús le dijo:–Hija, por tu fe has sido sanada. Vete tranquila y libre ya de tu enfermedad.
35. Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegaron unos de casa del jefe de la sinagoga a decirle al padre de la niña:–Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro?
36. Pero Jesús, sin hacer caso de ellos, dijo al jefe de la sinagoga:–No tengas miedo. Cree solamente.
37. Y sin dejar que nadie le acompañara, aparte de Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,
38. se dirigió a casa del jefe de la sinagoga. Allí, al ver el alboroto y la gente que lloraba y gritaba,
39. entró y les dijo:–¿Por qué alborotáis y lloráis de esa manera? La niña no está muerta, sino dormida.
40. La gente se burlaba de Jesús, pero él los hizo salir a todos, y tomando al padre, a la madre y a los que le acompañaban, entró donde estaba la niña.
41. La tomó de la mano y le dijo:–Talita, cum (que significa: “Muchacha, a ti te digo: levántate”).