36. Los soldados también se burlaban de Jesús. Se acercaban a él y le daban a beber vino agrio,
37. diciéndole:–¡Si eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!
38. Y sobre su cabeza había un letrero que decía: “Este es el Rey de los judíos.”
39. Uno de los malhechores allí colgados le insultaba, diciéndole:–¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!
40. Pero el otro reprendió a su compañero diciendo:–¿No temes a Dios, tú que estás sufriendo el mismo castigo?
41. Nosotros padecemos con toda razón, pues recibimos el justo pago de nuestros actos; pero este no ha hecho nada malo.
42. Luego añadió:–Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar.
43. Jesús le contestó:–Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
44. Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda aquella tierra quedó en oscuridad.
45. El sol dejó de brillar y el velo del templo se rasgó por la mitad.
46. Jesús, gritando con fuerza, dijo:–¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!Dicho esto, murió.
47. Cuando el centurión vio lo que había sucedido, alabó a Dios diciendo:–¡No hay duda de que este hombre era inocente!
48. Toda la multitud que estaba presente y que vio lo ocurrido regresó a la ciudad golpeándose el pecho.
49. Pero todos los amigos de Jesús, y también las mujeres que le habían seguido desde Galilea, se quedaron allí, mirando de lejos aquellas cosas.
50-51. Un hombre bueno y justo llamado José, que era miembro de la Junta Suprema de los judíos y que esperaba el reino de Dios, no estuvo de acuerdo con la actuación de la Junta. Este José, natural de Arimatea, un pueblo de Judea,