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Nehemías 4:10-23 Dios Habla Hoy con Deuterocanónicos Versión Española (DHHED)

10. Y la gente de Judá decía: “La fuerza del cargador desmaya ante tal cantidad de escombros, y nosotros somos incapaces de reconstruir esta muralla.”

11. Nuestros enemigos pensaban que no nos daríamos cuenta ni veríamos nada hasta que se metieran en medio de nosotros para matarnos y detener las obras.

12. Pero cuando los judíos que vivían cerca de ellos vinieron a decirnos una y otra vez que aquella gente iba a atacarnos por todas partes,

13. ordené que la gente se pusiera por familias detrás de la muralla, en las partes bajas y en las brechas, con espadas, lanzas y arcos.

14. Y viendo que tenían miedo, me puse en pie y dije a los nobles, a los gobernantes y al resto del pueblo: “No les tengáis miedo. Recordad que el Señor es grande y terrible, y luchad por vuestros compatriotas, por vuestros hijos, hijas, mujeres y hogares.”

15. Cuando nuestros enemigos supieron que estábamos preparados y que Dios había desbaratado sus planes, todos nosotros volvimos a la muralla, cada cual a su trabajo.

16. A partir de aquel momento, la mitad de mis hombres trabajaba en la obra y la otra mitad se mantenía armada con lanzas, escudos, arcos y corazas. Los jefes daban todo su apoyo a la gente de Judá

17. que estaba reconstruyendo la muralla. Los cargadores seguían llevando cargas, pero con una mano trabajaban y con la otra sujetaban el arma.

18. Todos los que trabajaban en la construcción tenían la espada a la cintura, y a mi lado estaba el encargado de tocar la trompeta,

19. pues yo había dicho a los nobles y gobernantes, y al resto del pueblo: “Las obras son enormes y extensas, y nosotros estamos repartidos por la muralla, separados unos de otros.

20. Por lo tanto, allá donde escuchéis el toque de trompeta, uníos a nosotros, y nuestro Dios luchará a nuestro lado.”

21. De este modo, mientras nosotros trabajábamos de sol a sol en la obra, la mitad de la gente se mantenía con la lanza en la mano.

22. Además, en aquella ocasión dije a la gente que todos, incluso los ayudantes, debían pasar la noche dentro de Jerusalén, para que nos protegieran durante la noche y trabajaran durante el día.

23. Además, ni yo, ni mis parientes y ayudantes, ni los hombres de la guardia que me acompañaban nos quitábamos la ropa, y cada uno tenía la lanza en la mano.

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