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Jeremías 50:4-17 Dios Habla Hoy con Deuterocanónicos Versión Española (DHHED)

4. El Señor dice: “En aquel tiempo, la gente de Israel y de Judá vendrá llorando a buscarme a mí, el Señor su Dios.

5. Preguntarán por el camino de Sión, y hacia allá irán, diciendo: ‘Vayamos al Señor, y unámonos con él en un pacto eterno, que no se olvide nunca.’

6. “Mi pueblo era como ovejas perdidas, mal guiadas por sus pastores, que las dejaron perderse en los montes. Iban de uno a otro monte, y hasta olvidaron su redil.

7. Sus enemigos los devoraban al encontrarlos, y decían: ‘No es culpa nuestra, porque ellos pecaron contra el Señor, su pastizal seguro, la esperanza de sus antepasados.’

8. “¡Huid de Babilonia, del país de los caldeos!¡Salid como guías al frente del rebaño!

9. Pues voy a hacer que un grupode poderosos pueblos del norteataque al mismo tiempo a Babilonia.Se alinearán y la conquistarán.Son guerreros expertosque disparan sus flechas sin fallar el tiro.

10. Saquearán a los caldeos;los saquearán hasta hartarse.Yo, el Señor, lo afirmo.

11. “Vosotros, caldeos, que saqueasteis a mi pueblo,¡alegraos y divertíos!¡Saltad como una novilla en la hierba!¡Relinchad como caballos!

12. Pero vuestra patria y vuestra ciudad natalquedarán cubiertas de vergüenza.Será la última de las naciones,un desierto seco y desolado.

13. Porque en mi ira la dejaré sin habitantes,totalmente convertida en un desierto.Todo el que pase por allí quedará espantadoal ver el castigo que recibió.

14. “¡A vuestros puestos, arqueros; rodead Babilonia!¡Disparad contra ella todas vuestras flechas,porque pecó contra mí, contra el Señor!

15. ¡Lanzad gritos de guerra por todas partes!¡Babilonia ya se rinde!¡Cayeron las torres, se derrumbaron las murallas!¡Esta es mi venganza! ¡Vengaos de ella!¡Haced con ella lo mismo que ella hizo!

16. No dejéis en Babilonia a nadie que siembre o recoja las cosechas.Al ver la guerra destructora,los extranjeros volverán a su patria,cada cual huyendo hacia su tierra.

17. “Israel es como una oveja perdida, perseguida por leones. Primero lo devoró el rey de Asiria; después, Nabucodonosor, rey de Babilonia, le royó los huesos.

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