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Deuteronomio 18:3-16 Dios Habla Hoy con Deuterocanónicos Versión Española (DHHED)

3. “Los derechos que los sacerdotes tienen sobre los sacrificios de toros o corderos ofrecidos por la gente, son los siguientes: les tocará la espaldilla, la quijada y el cuajar,

4. y también los primeros frutos de trigo, vino y aceite, y la primera lana que se esquile a las ovejas;

5. pues el Señor vuestro Dios los ha elegido a ellos, de entre todas las tribus, para que de padres a hijos tengan siempre a su cargo el culto al Señor.

6. “Cuando un levita de alguna de vuestras poblaciones, de cualquier lugar de Israel, se sienta movido a venir al lugar escogido por el Señor,

7. podrá oficiar allí como sacerdote en el nombre del Señor, lo mismo que todos sus compañeros levitas que están allí sirviendo al Señor,

8. y recibirá la misma porción de alimentos que ellos reciben, además de lo que obtenga de la herencia de su padre.

9. “Cuando hayáis entrado en el país que el Señor vuestro Dios os va a dar, no imitéis las horribles costumbres de esas naciones.

10. Que nadie de entre vosotros ofrezca en sacrificio a su hijo haciéndole pasar por el fuego, ni practique la adivinación, ni pretenda predecir el futuro, ni se dedique a la hechicería

11. ni a los encantamientos, ni consulte a los adivinos y a los que invocan a los espíritus, ni consulte a los muertos.

12. Porque al Señor le repugnan quienes hacen estas cosas. Y si el Señor vuestro Dios arroja de vuestra presencia a esas naciones, es precisamente porque tienen esas horribles costumbres.

13. Vosotros debéis ser perfectos en vuestra relación con Dios.

14. Esas naciones, cuyo territorio vais a poseer, hacen caso a quienes pretenden predecir el futuro, y a los adivinos, pero a vosotros el Señor vuestro Dios no os permite semejantes cosas.

15. “El Señor vuestro Dios hará que salga de entre vosotros un profeta como yo, y deberéis obedecerle.

16. Esto es en realidad lo que pedisteis al Señor vuestro Dios en el monte Horeb, el día en que todos os reunisteis allí y dijisteis: ‘No queremos oir otra vez la voz del Señor nuestro Dios, ni ver este gran fuego, para no morir.’

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