22. Pero David respondió:–¡Esto no es asunto vuestro, hijos de Seruiá! ¿Por qué os oponéis a mí? Ahora sé bien que soy el rey de Israel, así que nadie en Israel morirá en este día.
23. Luego, dirigiéndose a Simí, le juró que no moriría.
24. También salió a recibirle Mefi-bóset, el hijo de Saúl. Desde el día en que el rey salió, y hasta que volvió sano y salvo, no se había lavado los pies ni cortado la barba ni lavado la ropa.
25. Y cuando vino a Jerusalén para recibir al rey, este le dijo:–Mefi-bóset, ¿por qué no viniste conmigo?
26. Él respondió:–Mi criado me engañó, Majestad. Como soy cojo, le ordené que me aparejara un asno para montar en él e irme con Su Majestad.
27. Pero él me ha calumniado ante Su Majestad. Sin embargo, Su Majestad es como un ángel de Dios y hará lo que mejor le parezca.
28. Y aunque toda mi familia paterna era digna de muerte ante Su Majestad, este siervo suyo fue invitado a comer en la mesa de Su Majestad. ¿Qué más puedo pedir de Su Majestad?
29. El rey le respondió:–No hay nada más que hablar. Ya he ordenado que tú y Sibá os repartáis las tierras.
30. Pero Mefi-bóset le contestó:–Que se quede él con todas. Lo importante es que Su Majestad ha vuelto sano y salvo a su palacio.
31. En cuanto a Barzilai, el de Galaad, había bajado de Roguelim para acompañar al rey a cruzar el Jordán y allí despedirse de él.
32. Era ya muy anciano, pues tenía ochenta años, y durante el tiempo en que el rey estuvo en Mahanaim había dado al rey todo lo necesario, porque era muy rico.