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2 Crónicas 23:11-21 Dios Habla Hoy con Deuterocanónicos Versión Española (DHHED)

11. Entonces Joiadá y sus hijos sacaron al hijo del rey, le pusieron la corona y las insignias reales, y después de derramar aceite sobre él, le proclamaron rey. Luego todos gritaron: “¡Viva el rey!”

12. Cuando Atalía oyó los gritos de la gente que corría y aclamaba al rey, fue al templo del Señor, donde estaban todos.

13. Vio allí al rey, de pie junto a su columna, a la entrada. A su lado estaban los jefes y los músicos, y la gente muy alegre y tocando trompetas; los cantores, con instrumentos musicales, dirigían los himnos de alabanza. Entonces Atalía rasgó sus vestidos y gritó:–¡Traición! ¡Traición!

14. Pero el sacerdote Joiadá hizo salir a los capitanes que mandaban el ejército y les dijo:–¡Sacadla de entre las filas y pasad a cuchillo al que la siga!Como el sacerdote había ordenado que no la mataran en el templo del Señor,

15. la apresaron y la sacaron por la puerta de la caballería al palacio real, y allí la mataron.

16. Después Joiadá hizo un pacto con todo el pueblo y con el rey, que ellos serían el pueblo del Señor.

17. Luego fueron todos al templo de Baal y lo derribaron, destrozando sus altares y sus ídolos. En cuanto a Matán, el sacerdote de Baal, lo degollaron ante los altares.

18. A continuación, Joiadá puso una guardia en el templo del Señor, bajo las órdenes de los sacerdotes y los levitas, a quienes David había repartido por turnos para servir en el templo ofreciendo al Señor los holocaustos, según está prescrito en la ley de Moisés, y cantando con alegría, como lo había dispuesto David.

19. También puso porteros en las entradas del templo del Señor, para que nadie que por cualquier motivo estuviera ritualmente impuro pudiera entrar.

20. Luego tomó a los capitanes, a las personas más importantes, a los gobernadores del pueblo y a toda la gente, y acompañó al rey desde el templo del Señor hasta el palacio real, entrando por la puerta superior. Luego sentaron al rey en el trono real,

21. y todo el pueblo se alegró. Y como Atalía había muerto a filo de espada, la ciudad quedó tranquila.

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