5. Pero yo le rogué a Dios:—¡No lo hagas, Dios mío! ¿Cómo vamos a sobrevivir, si somos un pueblo tan pequeño?
6. Entonces Dios sintió compasión de nosotros, y dijo:—Está bien. Tampoco voy a mandar este fuego contra ustedes.
7. Nuestro Dios también me permitió verlo cuando estaba junto a un muro, con una plomada de albañil en la mano.
8. Me preguntó:—¿Qué es lo que ves, Amós?Yo le respondí:—Veo una plomada de albañil.Entonces Dios me dijo:—Con esta plomada voy a ver si mi pueblo se comporta rectamente. Ya no voy a perdonarle un solo pecado más.
9. Destruiré los pequeños templos donde los israelitas adoran a sus ídolos, y le declararé la guerra a la familia del rey Jeroboam.
10. Un sacerdote de Betel, llamado Amasías, mandó a decirle a Jeroboam, rey de Israel:«Amós anda haciendo planes en contra de Su Majestad. Como israelitas, no podemos dejar que siga haciéndolo.
11. Según él, Su Majestad morirá en el campo de batalla, y los israelitas serán llevados presos a otro país».
12. Amasías habló también conmigo, y me dijo:—Óyeme tú, que dices que has visto lo que va a suceder: ¡largo de aquí! Mejor vete a Judá. Allá podrás ganarte la vida como profeta.
13. Deja ya de profetizar aquí en Betel, porque en esta ciudad está el templo más importante del reino, y aquí es donde el rey viene a adorar.
14. Yo le respondí:—Pues fíjate que no soy ningún profeta, ni tampoco mi padre lo fue. Me gano la vida cuidando ganado y cosechando higos silvestres.
15. Si ahora profetizo, es porque Dios mismo me pidió que dejara de cuidar el ganado, y me mandó a anunciarle este mensaje a su pueblo Israel.