19. El rey le respondió: “A ti te pongo sobre cinco ciudades.”
20. »Llegó otro siervo y dijo: “Señor, aquí tiene su dinero; lo he tenido guardado, envuelto en un pañuelo.
21. Es que le tenía miedo a usted, que es un hombre muy exigente: toma lo que no depositó y cosecha lo que no sembró.”
22. El rey le contestó: “Siervo malo, con tus propias palabras te voy a juzgar. ¿Así que sabías que soy muy exigente, que tomo lo que no deposité y cosecho lo que no sembré?
23. Entonces, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco, para que al regresar pudiera reclamar los intereses?”
24. Luego dijo a los presentes: “Quítenle el dinero y dénselo al que recibió diez veces más.”
25. “Señor —protestaron—, ¡él ya tiene diez veces más!”
26. El rey contestó: “Les aseguro que a todo el que tiene, se le dará más, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.
27. Pero en cuanto a esos enemigos míos que no me querían por rey, tráiganlos acá y mátenlos delante de mí.”»
28. Dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo hacia Jerusalén.
29. Cuando se acercó a Betfagué y a Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos con este encargo:
30. «Vayan a la aldea que está enfrente y, al entrar en ella, encontrarán atado a un burrito en el que nadie se ha montado. Desátenlo y tráiganlo acá.
31. Y si alguien les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, díganle: “El Señor lo necesita.”»
32. Fueron y lo encontraron tal como él les había dicho.
33. Cuando estaban desatando el burrito, los dueños les preguntaron:—¿Por qué desatan el burrito?
34. —El Señor lo necesita —contestaron.
35. Se lo llevaron, pues, a Jesús. Luego pusieron sus mantos encima del burrito y ayudaron a Jesús a montarse.
36. A medida que avanzaba, la gente tendía sus mantos sobre el camino.