1. Pero cuando Sefatías, hijo de Matán, Guedalías, hijo de Pasur, Jucal, hijo de Selemías, y Pasur, hijo de Malquías, oyeron lo que Jeremías le había estado diciendo al pueblo,
2. que cuantos permanecieran en Jerusalén morirían por herida de espada o de hambre o enfermedad, pero que los que se rindieran a los babilonios vivirían,
3. y que la ciudad de Jerusalén sería inevitablemente conquistada por el rey de Babilonia,
4. fueron al rey y le dijeron:—Señor, hay que matar a este hombre. Ese modo de hablar minará la moral de los pocos soldados que nos quedan, y del resto del pueblo. Este hombre es un traidor.
5. Y el rey Sedequías estuvo de acuerdo.—Está bien, dijo, hagan como les parezca más conveniente; no puedo impedírselos.
6. Sacaron pues, a Jeremías de su celda y atado con cuerdas lo bajaron a una cisterna seca en el patio de la cárcel. (La cisterna pertenecía a Malquías, miembro de la familia real.) No había agua en ella, pero sí una gruesa capa de lodo en el fondo, en la cual se hundió Jeremías.