23. Jesús les dijo:— Pues bien, beberéis mi copa de amargura; pero el que os sentéis el uno a mi derecha y el otro a mi izquierda, no es cosa mía concederlo; eso es para quienes mi Padre lo ha reservado.
24. Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se sintieron muy molestos con los dos hermanos.
25. Pero Jesús los reunió y les dijo:— Como muy bien sabéis, los que gobiernan las naciones las someten a su dominio, y los poderosos las rigen despóticamente.
26. Pero entre vosotros no debe ser así. Antes bien, si alguno quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás;
27. y si alguno quiere ser principal, que se haga servidor de todos.
28. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos*.
29. Cuando salían de Jericó, una multitud acompañaba a Jesús.
30. En esto, dos ciegos* que estaban sentados junto al camino, al oír que Jesús pasaba por allí, se pusieron a gritar:— ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!
31. La gente les decía que se callaran, pero ellos gritaban cada vez más:— ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!
32. Entonces Jesús se detuvo, los llamó y les preguntó:— ¿Qué queréis que haga por vosotros?
33. Los ciegos le contestaron:— Señor, que podamos ver.
34. Jesús, conmovido, les tocó los ojos, y al punto los ciegos recobraron la vista y se fueron tras él.