35. hasta que yo ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
36. Por consiguiente, sepa con seguridad todo Israel que Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús a quien vosotros habéis crucificado.
37. Estas palabras les llegaron hasta el fondo del corazón; así que dijeron a Pedro y a los demás apóstoles:— ¿Qué debemos hacer, hermanos?
38. Pedro les contestó:— Convertíos y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre de Jesucristo, a fin de obtener el perdón de vuestros pecados. Entonces recibiréis, como don de Dios, el Espíritu Santo.
39. Porque la promesa os corresponde a vosotros y a vuestros hijos, e incluso a todos los extranjeros que reciban la llamada del Señor, nuestro Dios.
40. Con estas y otras muchas razones los instaba y animaba, diciendo:— Poneos a salvo de este mundo corrupto.
41. Los que aceptaron con agrado la invitación se bautizaron, y aquel día se unieron a los apóstoles alrededor de tres mil personas.
42. Todos se mantenían constantes a la hora de escuchar la enseñanza de los apóstoles, de compartir lo que tenían, de partir el pan* y de participar en la oración.
43. Todo el mundo estaba impresionado a la vista de los numerosos prodigios y señales realizados por los apóstoles.
44. En cuanto a los creyentes, vivían todos de mutuo acuerdo y todo lo compartían.
45. Hasta vendían las propiedades y bienes, y repartían el dinero entre todos según la necesidad de cada cual.
46. A diario acudían al Templo con constancia y en íntima armonía, en familia partían el pan y compartían juntos el alimento con sencillez y alegría sinceras.