2. Poned el corazón en las realidades celestiales y no en las de la tierra.
3. Porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
4. Cuando Cristo, vida vuestra, se manifieste, también vosotros apareceréis llenos de gloria junto a él.
5. Destruid lo que hay de mundano en vosotros: la lujuria, la impureza, las pasiones desenfrenadas, los malos deseos y la avaricia, que es una especie de idolatría.
6. Esto es lo que enciende la ira de Dios sobre quienes se niegan a obedecerlo;
7. es también lo que en otro tiempo constituyó vuestra norma de conducta y de vida.
8. Ahora, en cambio, es preciso que renunciéis a todo eso: a la ira, al rencor, a la malquerencia, la calumnia y la grosería.
9. No andéis engañándoos unos a otros. Despojaos de la vieja y pecadora condición humana
10. y convertíos en nuevas criaturas que van renovándose sin cesar a imagen de su Creador, en busca de un conocimiento cada vez más profundo.
11. Ya no hay fronteras de raza, religión, cultura o condición social, sino que Cristo es todo en todos.
12. Sois elegidos de Dios; él os ha consagrado y os ha otorgado su amor. Sed, pues, profundamente compasivos, benignos, humildes, pacientes y comprensivos.
13. Soportaos mutuamente y, así como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros, cuando alguno tenga quejas contra otro.