2. Dije a la risa: ¡desquiciada! Y a la alegría: ¿para qué sirves?
3. Probé a regalar mi cuerpo con vino y a entregarme a la necedad, sin renunciar a la sabiduría, para descubrir en qué consistía el bienestar de los seres humanos y qué es lo que hacían bajo el cielo en los días contados de su vida.
4. Realicé grandes obras: me construí palacios, planté viñas,
5. me hice huertos y jardines y en ellos planté toda clase de frutales;
6. perforé pozos para regar con ellos un bosque lleno de árboles.
7. Compré esclavos y esclavas, además de los nacidos en casa; reuní también muchos más rebaños de vacas y ovejas que todos mis predecesores en Jerusalén.
8. Acumulé plata y oro y una fortuna proveniente de reyes y provincias; me procuré cantores y cantoras, placeres humanos y un harén de concubinas.
9. Prosperé y superé a todos mis predecesores en Jerusalén, mientras la sabiduría me asistía.
10. No negué a mis ojos nada de cuanto deseaban, ni me privé de alegría alguna, pues disfrutaba de todos mis afanes, y esa era la recompensa de todas mis fatigas.
11. Entonces reflexioné sobre todas mis obras y sobre la fatiga que me habían costado, y concluí que todo era ilusión y vano afán, pues no se saca ninguna ganancia bajo el sol.
12. Volví a reflexionar sobre la sabiduría, la insensatez y la necedad, pues ¿qué puede hacer el sucesor del rey? Repetir lo ya hecho.
13. Y observé que la sabiduría era más provechosa que la necedad, como la luz es más provechosa que la oscuridad.