21. Los maestros de la ley y los fariseos se pusieron a pensar: “¿Quién es este, que blasfema de tal manera? ¡Solamente Dios puede perdonar pecados!”.
22. Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando y les preguntó:
23. — ¿Por qué están pensando así? ¿Qué es más fácil? ¿Decir: “Tus pecados quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”?
24. Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad en este mundo para perdonar pecados.Se volvió al paralítico y le dijo:— A ti te hablo: levántate, recoge tu camilla y márchate a casa.
25. Él se levantó al instante delante de todos, recogió la camilla donde estaba acostado y se fue a su casa alabando a Dios.
26. Todos los presentes quedaron atónitos y comenzaron a alabar a Dios. Sobrecogidos de temor, decían:— ¡Hoy hemos visto cosas increíbles!
27. Después de esto, Jesús salió de allí y vio a un recaudador de impuestos llamado Leví*, que estaba sentado en su despacho de recaudación de impuestos. Le dijo:— Sígueme.
28. Leví se levantó y, dejándolo todo, lo siguió.
29. Más tarde, Leví hizo en su casa una gran fiesta en honor de Jesús, y juntamente con ellos se sentaron a la mesa una multitud de recaudadores de impuestos y de otras personas.
30. Los fariseos y sus maestros de la ley se pusieron a murmurar y preguntaron a los discípulos de Jesús:— ¿Cómo es que ustedes se juntan a comer y beber con recaudadores de impuestos y gente de mala reputación?
31. Jesús les contestó:— No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos.
32. Yo no he venido a llamar a los buenos, sino a los pecadores, para que se conviertan.