47. Pero a aquel que oye mis palabras y no las obedece, no soy yo quien le condena, porque yo no he venido para condenar al mundo sino para salvarlo.
48. El que me desprecia y no hace caso de mis palabras, ya tiene quien le condene: las palabras que he dicho le condenarán el día último.
49. Porque yo no hablo por mi propia cuenta; el Padre, que me ha enviado, me ha ordenado lo que debo decir y enseñar.
50. Y sé que el mandato de mi Padre es para vida eterna. Así pues, lo que digo, lo digo como el Padre me ha ordenado.”