34. Pero Barzilai le respondió:–Me quedan pocos años de vida para irme ahora a Jerusalén con Su Majestad,
35. pues ya tengo ochenta años; he perdido el gusto de lo que como y lo que bebo, y ya no puedo decir si tiene buen o mal sabor; tampoco puedo oir ya la voz de los cantores y cantoras. ¿Por qué he de convertirme en una carga para Su Majestad?
36. Si únicamente voy a acompañar a Su Majestad a cruzar el Jordán, ¿por qué ha de ofrecerme Su Majestad esta recompensa?
37. Antes rogaría a Su Majestad que me permita volver a mi pueblo para morir allá y ser enterrado en la tumba de mis padres. Pero aquí tiene Su Majestad a otro servidor: mi hijo Quimham. Que vaya él con Su Majestad, y haga Su Majestad por él lo que crea más conveniente.
38. El rey contestó:–Que venga conmigo Quimham, y haré por él lo que tú creas más conveniente. Y todo lo que me pidas, te lo concederé.
39. Toda la gente cruzó el Jordán. Y cuando el rey lo cruzó, dio a Barzilai un beso de despedida. Entonces Barzilai regresó al lugar en donde vivía.
40. El rey, por su parte, se dirigió a Guilgal, acompañado de Quimham y de toda la gente de Judá, así como de la mitad de la gente de Israel.